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La Construcción de Euskadi consecuencias del Coronavirus COVID-19

La paralización de la industria de la construcción frena en seco a un sector que iniciaba la remontada

Desde Eraikune, el clúster de la construcción del País Vasco, al que están asociadas 102 empresas que representan a diferentes ámbitos de actividad dentro del sector, se percibe un gran pesimismo.

Mientras las empresas vinculadas al diseño, arquitectura e ingeniería, así como de servicios tecnológicos han mantenido parte de su actividad a través del teletrabajo, su gran preocupación se centra ahora en la escasez de nuevos encargos. La parálisis general ha generado tal incertidumbre que lo próximo se ha ralentizado y cualquier proyecto a medio o largo plazo se ha detenido.

En el caso de las promotoras su actividad comercial se ha estancado, con un mercado de la vivienda en estos momentos inexistente. Las empresas que encontraron en la rehabilitación un nicho para remontar han visto decaer su actividad de forma abrupta, incluso por la falta de suministro de materiales.

La paralización de la actividad de las constructoras tanto de obra pública como privada les supone asumir un importante riesgo que puede llegar a comprometer su viabilidad. El cese de los trabajos, como así lo regula el Real Decreto del Gobierno, debería acompasarse con medidas específicas porque la mayoría de los contratos entre constructoras y promotoras están sujetos a penalizaciones por incumplimiento de plazos y además conllevan ejecuciones de avales y garantías e incluso, en algunos casos, pudieran derivar en la reclamación de daños y perjuicios. Una paralización de actividad sin contramedidas resultaría inasumible y pondría en riesgo la viabilidad de los negocios y en consecuencia la de los puestos de trabajo que, en Euskadi, superan los 50.000 en esta industria.

La crisis del COVID-19 tiene que ser tratada como de fuerza mayor para eliminar las penalizaciones de las empresas que tengan que suspender su trabajo, y se deben destinar de manera inmediata recursos específicos para cubrir los costes adicionales que ha ocasionado la pandemia, como son las medidas extraordinarias de seguridad o los costes relativos a la reorganización y reprogramación en las obras que, entre otras, han tenido que realizarse antes de que llegara la paralización definitiva.

No obstante, en la pasada crisis la construcción fue especialmente damnificada y su recuperación resultó costosa y lenta, dejando a muchas empresas en el camino. Por eso, en esta ocasión, viniendo de un contexto en el que todos los sectores de la economía vasca tuvieron un comportamiento expansivo y la construcción destacaba aún más con un crecimiento interanual del 3,1%, algo menos de lo previsto pero muy por encima de los aumentos del resto, debería aprovecharse esa inercia y apoyar precisamente a la industria de la construcción convirtiéndola en el gran motor de la recuperación, una vez superada la crisis sanitaria.